Creamos reservas de naturaleza, transformamos espacios para instalar refugios verdes como también hacemos crecer plantas en maceteros. A una planta la separamos de la superficie de la tierra para trasladarla a un recipiente que la contiene tanto a ella como a una porción de tierra, apareciendo la extracción y la imitación de la naturaleza, al también agregarse el momento en que se siembra una semilla, se hace  replica de procesos que se realizan naturalmente dentro del orden de una especie vegetal. Es posible que la ubiquemos dentro de un departamento, por ejemplo, y que la concibamos simbólicamente como un jardín. Una maceta necesita de tierra, la que concentra mayoritariamente minerales provenientes de rocas fragmentas, erosionadas y disueltas. Está determinada por el acto selectivo, adviniendo la condición de ser algo orgánico que forma parte de un nuevo ambiente, una planta en macetero, imponiendo de alguna medida su adaptación, quedando supeditada la planta a la dependencia con el hombre quien vela por su sobrevivencia, al estar sujeta su vida a agentes externos como agua y luz que permiten la generación clorofila, fotosíntesis, la  transformación de dióxido de carbono en oxígeno, por lo que los descuidos  pueden resultar lamentables. 

El jardín puede ser concebido como una imitación del hombre, en que rediseñar, redistribuir, rehacer y recrear son conceptos protagónicos, como también lo es acomodar, trasladar y combinar. En esto, el desplazamiento de la pintura se vincula directamente; al disponer elementos próximos y distantes sobre un  espacio o superficie, haciéndolos convivir al servicio de una imagen. La emigración de elementos hacia un asentamiento común es la base tanto del  jardín como de la pintura.